Ciclo de Diálogos sobre el futuro del trabajo: impactos, competencias y gobernanza

Las habilidades y competencias, el perfil de los puestos de trabajo y el mercado de trabajo están cambiando como respuesta a la globalización, los cambios demográficos (aumento participación de las mujeres en el mercado de trabajo, procesos migratorios, aumento tasas de dependencia…), las transiciones digitales y climáticas y la disminución de los recursos naturales. Estos cambios se han visto agravados por la pandemia de la Covid-19. En este contexto la tecnología y la innovación están transformando también y de forma evidente las necesidades de competencias a nivel sectorial. El Foro económico mundial indicaba hace pocos años en el informe “The future of jobs” que la digitalización entre 2015-2020 comportaría la desaparición de 5 millones de puestos de trabajo en las 15 economías más desarrolladas y emergentes. Este mismo Informe calculaba que el 65% de los estudiantes actuales tendrá un empleo que hoy no existe. Las cifras bailan, pero el elemento de fondo no. La digitalización se encuentra en el centro del debate político, económico y social. La llamada «Economía 4.0» supone un reto para todas sociedades, no sólo por la profunda transformación que implica, sino por su potencial impacto sobre el empleo, las condiciones de trabajo y la protección social en todo el mundo.Así, es necesario centrar el análisis en tres áreas principales. En primer lugar, en la relación entre economía digital y empleo. La digitalización está transformando el fenómeno del desempleo tanto desde el punto de vista cuantitativo (con mayores tasas de paro), como cualitativo (surgiendo fenómenos nuevos como el empleo vulnerable). Esto exige adoptar nuevas medidas relacionadas con la formación, las políticas activas de empleo y la protección social, no sólo para los desempleados, sino también para los trabajadores en activo. Si el empleo único y de por vida no volverá, las instituciones legales deberán adaptarse a esta realidad. En segundo lugar, la economía digital también transforma las condiciones de trabajo, poniendo en tela de juicio conceptos básicos del derecho laboral, como el de trabajador o el de relación laboral. Además, las fórmulas tradicionales de los trabajadores para defender sus intereses y que cristalizaban en el derecho colectivo, ya no parecen ser efectivas. ¿Siguen siendo válidas las instituciones clásicas en este nuevo contexto? ¿Es necesaria su adaptación o radical renovación? Encontrar respuestas a estas preguntas significa reconsiderar las instituciones legales, tratando de encontrar un equilibrio entre unas condiciones laborales y vitales justas y las necesidades de la economía digital. El papel de los agentes sociales y como éstos interactuaran en este contexto es también clave.

Finalmente, si el objetivo del pleno empleo se ha convertido en imposible y las condiciones laborales han cambiado sustancialmente, la protección social deberá proveer cobertura frente a estos nuevos riesgos encontrando nuevas formas de protección. El debate sobre la renta básica, por ejemplo, no es tema de futuro, sino presente. Es necesario encontrar respuestas viables ante los nuevos retos relacionados con las condiciones de trabajo y empleo, las relaciones laborales y la protección social.

Por otro lado, el cambio climático, la degradación ambiental y la pérdida de biodiversidad causada por la actividad humana se encuentran entre los mayores retos globales del siglo XXI. La transición verde acentúa la necesidad de que los sistemas de educación y formación hagan una transición hacia el aprendizaje permanente. Algunos puestos de trabajo desaparecerán y se crearán otros, no necesariamente en los mismos sectores ni en las mismas localizaciones geográficas, y muchos más se transformarán. La conciencia medioambiental se convertirá en un requisito de todos los puestos de trabajo y, de hecho, un aspecto de la ciudadanía del siglo XXI.

Se necesitarán nuevas mentalidades y nuevas habilidades no sólo para las personas que se incorporen al mercado laboral, sino también para personas de todas las edades y etapas de la vida. Esto requiere una estrecha interacción entre los sistemas de educación y formación y sus entornos para construir ecosistemas de habilidades en los que el desarrollo de habilidades vaya de la mano con el cambio económico, tecnológico y social.