La necesidad de recomponer las instituciones europeas para avanzar hacia un proyecto común que hoy adolece de cierta incapacidad orgánica, abre múltiples interrogantes. Las elecciones al Parlamento Europeo en 2014, pueden ser depositarias de votos de impulso hacia una nueva Unión Europea, o bien de notoria desafección ciudadana que ahonde en las dificultades existentes para desarrollar un papel institucional más activo y relevante. ¿Qué arquitectura institucional heredamos y cuál queremos y cuál es la realista para un futuro próximo? ¿Cómo delimitar las competencias entre la Unión Europea y los Estados? ¿Qué papel se reserva al Parlamento Europeo? ¿Cómo acercar ‘Bruselas’ a los ciudadanos de los Estados europeos? ¿Se debe avanzar hacia la unión política con un proceso constituyente de reforma de los Tratados? ¿La Unión debe impulsar un Nuevo Contrato Social Europeo? Preguntas que merecen reflexión compartida y contraste ideológico como el que nos ofrecen los dialoguistas de hoy.
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